Que levante la mano quien haya caído en que en estos últimos años, y ya no digamos en estos últimos días, si tuviésemos un medidor de odio junto al termómetro de pared, éste no hubiese estallado.
Nos estamos acostumbrando al ODIO. Al odio gratuito. Es suficiente poner un comentario cualquiera en las redes sociales o foros para recibir un insulto de buenos días. Es suficiente que ocurra una desgracia para volcar nuestra rabia al máximo nivel, porque de hacer lo contrario, te sientes cómplice.
Me pregunto qué pasará dentro de algunos años. ¿Quienes seremos? ¿Venderán piedras a la entrada de la plaza del pueblo, como ocurría en “La Vida de Brian”?